(Realiza la presentación el Dr. Texidó Gómez)
La divulgación científica es muy difícil, es un ten
con ten entre lo que hay que contar con precisión y lo que se puede
expresar superficialmente, entre lo que hay que decir y lo que es necesario
callar. Miguel de Unamuno creía que el peligro de la divulgación
estaba en la vulgarización, es decir, en el hecho por el cual al
bajar el nivel de los conocimientos la cultura se acerca tanto a la gente
que se hace vulgar y, consecuentemente, deja de hacerse cultura. Bien
es cierto que para un científico es mucho más cómodo
utilizar su lenguaje habitual que el divulgativo, algo que ya les ocurría
con el latín a los científicos-humanistas europeos de los
siglos XVI y XVII. Y es que escribir en latín era mucho más
fácil que hacerlo en una lengua romance que no poseía unos
términos científicos adecuados y que, por tanto, requería
neologismos.
Todos saldríamos ganando si los científicos que trabajan
en sus laboratorios contaran algo de lo que saben, con un lenguaje accesible
y ameno, a la sociedad. No obstante, la mayor parte de los hombres de
ciencia son reacios a la divulgación. Uno de los grandes científicos
del siglo XX, el recientemente fallecido Stephen Jay Gould, fue un gran
divulgador. Este intelectual enorme, profesor que fue de Paleontología
en Harvard, afirma-en su excelente Brontosaurus y la nalga del ministro
(1993)- que en toda Europa la vulgarización es una de las más
"altas tradiciones del humanismo" y se queja de que en los Estados
Unidos "escribir para los no científicos se encuentra emparedado
por vituperios como adulteración, simplificación, distorsión
para causar efecto, etc.". En España podríamos decir
otro tanto pero, afortunadamente, hay libros como el del profesor Caballero
y editoriales con Filarias que constituyen excepciones espléndidas
en sus ámbitos respectivos.
Agustín Caballero Hurtado es licenciado en Ciencias Químicas
por la Universidad de Extremadura, ha trabajado en el Laboratorio Agrario
de Cáceres, ha publicado en el Boletín de la Sociedad Química
de Francia, imparte clases de su especialidad en diversos Institutos de
Bachillerato desde hace casi 4 lustros y la Editorial Filarias le publicó
en el año 2004 un espléndido libro que tuve el honor de
presentar: Compuestos orgánicos. Formulación, nomenclatura,
estructura, propiedades y curiosidades; después, la misma editorial,
unos meses más tarde, publicó otro texto suyo, que también
tuve el honor de presentar: Cómo resolver problemas de estequiometría;
ahora hago lo mismo con otra obra: Compuestos inorgánicos. Formulación,
nomenclatura. Así que estamos ante un nuevo libro del profesor
Caballero y... van tres, y soy yo el que tiene que decir cosas de él
y... van tres.
Antes, me van a permitir unas palabras dirigidas al editor, nuestro compañero
de profesión y, más importante claro está, amigo
Francisco Vinagre Arias, que de una forma callada, poco a poco, sin titubeos,
sin subvenciones (las ayudas van para otros menesteres "más
importantes y trascendentales" que la ciencia), va publicando, sacando
a la luz (que diría un clásico), en la medida de sus posibilidades,
libros que quieren divulgar el conocimiento científico. Y lo hace
sin alardes, con su trabajo, sin esperar una gran recompensa y... sin
subvenciones, ¡que creo que esto no lo había dicho! Gracias
por ello Paco.
Y es que se hace necesario leer ciencia, que los hombres de la prensa
escrita, de la radio y de la TV se acerquen a la ciencia y aunque, es
cierto, que ésta se insinúa (más que aparece) en
los medios de comunicación, no ocupa un lugar destacado; sólo
si la noticia puede abrir las esperanzas, y a veces las desesperanzas,
de muchos españoles, tendrá su editorial. El día
a día es desalentador: las páginas dedicadas a la ciencia
no existen como tales (a veces hay algunas noticias), los llamados suplementos
"culturales" no suelen considerar a la ciencia como una parte
de la cultura, las reseñas de libros rara vez comentan los de divulgación
científica
Es demostrable, en cualquier momento y situación, la falta de rigor
con la que los medios de difusión nacional, regional o local de
nuestro país tratan las noticias científicas. Por ejemplo.
La Voz de Galicia, en noviembre de 2001, nos decía que los científicos
del CERN "aceleran partículas a más de 300000 kilómetros
por segundo". Einstein, ¿dónde estás?. El País
nos advertía, en enero de 2002, de que en una mina de Australia
se había vertido nada más, y nada menos, que 600000 litros
de uranio, esto es, ¡casi la mitad de la producción mundial!
Finalmente, en muchos diarios españoles apareció, en los
últimos meses del año 2001, un anuncio de Aena (Aeropuertos
Españoles y Navegación Aérea) en el que se informaba
de sustancias que no se deben llevar en el equipaje en el avión;
unas eran la corrosivas, del tipo "ácido alcalino". Extraordinario
concepto parecido al de ladrón virtuoso, enano de uno ochenta o
vago muy trabajador.
Y vamos a estos Compuestos inorgánicos. Formulación, nomenclatura.
Un libro novedoso porque casi, me atrevo a decir, que no requiere profesor.
Y esto que parece sorprendente es porque un profesor, Agustín Caballero,
ha dejado en él su saber. Se ha exprimido gota a gota, paso a paso,
y ha desbrozado con definiciones, aclaraciones, cuestiones, notas, ampliaciones
y un sinnúmero de detalles los aspectos fundamentales de la nomenclatura
y formulación inorgánicas. Porque todo es el resultado de
un plan perfectamente trazado por el buen hacer de Agustín.
Y lo hace con la cortesía de hacerse entender, extraordinario detalle
para con los demás miembros de la especie humana, detalle, repito,
que no es excesivamente frecuente en los textos que cada vez con menos
calidad se hallan en los anaqueles de nuestras bibliotecas. Se me hace
por ello raro aceptar que el profesor Caballero no se encuentre formando
parte de la nómina imprescindible de esos departamentos universitarios
de Química. Porque enseñar correctamente, con rigor, sin
vulgarizaciones, sin divagaciones, requiere, cada vez más, la paciencia
de un santo, ganas enormes, una cabeza bien ordenada y la ayuda de textos
como estos Compuestos inorgánicos.
Como se aprecia en todos los libros del profesor Caballero, también
en éste, hay un gran número de detalles que hacen coherente
el conjunto para que nadie pase por alto la etapa clave que permite la
formulación de un hidróxido o de una oxisal, para que nadie
pregunte cómo se formulan los hidruros y si alguien tiene la osadía
de hacerlo, se le manda al libro de Agustín Caballero y ¡Santas
Pascuas!
Invito, incito (si me permiten) a los presentes a que comparen este texto
con los contenidos de los libros de formulación inorgánica
que traen de cabeza a nuestro alumnado. No admiten parangón con
este de Agustín. Algunos causan sonrojo puestos frente a los Compuestos
Inorgánicos: mucho ejercicio, mucho práctica y, sin embargo,
unos retales deslavazados de conocimientos teóricos, sin orden
ni concierto y capaces de provocar algún espasmo de glotis en algún
alumno no predispuesto hacia la Química. En el de nuestro autor
las dosis de cada apartado, esto es, los conceptos más enrevesados,
las reglas para formular, los ejemplos, los ejercicios propuestos, las
cuestiones resueltas son las justas, no hay exceso que embote y empache,
ni déficit que deje el texto alicaído e incompleto. Quiero
con ello decir que el libro, en su conjunto, contiene unos apartados cuidadosamente
medidos.
En este texto, como en todos los suyos, Agustín Caballero está
empeñado, y con notorio éxito, en hacer la ciencia accesible,
como lo que es: una tradición intelectual honorable. Y se pone
a la tarea de una manera fácil de contar y difícil de practicar:
no sentirse atado a la abundancia de los conceptos, pero con la claridad
del experto, sin la jerga y palabrería del charlatán, y,
consecuentemente, actuando de una manera natural. Nada más y nada
menos.
Yo sé, porque me dedico a enseñar, como tú, que no
vas a tener el reconocimiento de casi nadie. Tu esfuerzo, no lo conocerán,
o no sabrán de él, o no querrán conocerlo, o lo desdeñarán...
no voy a decir quién porque dejo al amable auditorio que piense
en ello, pero me vienen muchos grupos, entidades y colectivos a la cabeza.
Pero yo desde aquí quiero dejar muy claro que te doy las gracias
por el tiempo que has dedicado a que los que desconocen la formulación
inorgánica comprendan y aprendan, de una manera estructurada, la
fórmula del HCl o lo que se esconde detrás del CaCl2.
Te lo he dicho más de una vez y te lo repito: sigue escribiendo,
que lo que haces merece la pena (ya estoy pensando en cómo voy
a presentar tu próximo trabajo). No te importe que no te reconozcan
la labor que has hecho para acercar los contenidos de la Química
al ignorante. No importa. Has hecho lo que tus capacidades, muchas, tu
esfuerzo, grande, y tu ilusión, enorme, te han permitido: un espléndido
libro, un manual de gran nivel. Por ello, felicítate como yo lo
hago ahora delante de estos amigos.
Muchas Gracias.
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